VER LA MUERTE VENIR.

Entonces se fue, rodeado por la aureola majestuosa de su destino, un hombre sereno, consciente y terminado, completo en su ciclo de niño, joven, adulto y ahora muerto. Hay muy pocos así, y yo quiero en este momento rendir tributo a este amigo innominado, que me enseñó una lección de madurez y de hombría, sin palabras, sin lágrimas, sin claudicaciones, sin estridencias. La situación era dramática, en el sentido griego del drama, o sea que el Destino se cumple al margen de todo lo que uno haga y de todo lo que uno sienta; mi amigo respetó la naturaleza de su propio drama y no lo transformó en melodrama; yo quiero pensar que en su fuero interno él se dijo: “Muy bien, este es el acto final. De algo hay que irse, y a mí me ha tocado esto: un cáncer del esófago. Procuremos que la salida sea menos accidental y menos dolorosa que la entrada”.

Ruy Pérez Tamayo. Problemas del enfermo crónico y del enfermo desahuciado, 1977.

 

Pocos podrían oponerse hoy a la posibilidad de expresar por anticipado nuestra voluntad sobre la forma en la que deseamos llegar a la muerte, más allá de las posibilidades técnicas de la medicina moderna. ¿Por qué esto es así? Me parece esclarecedora la explicación que al respecto nos da el Colegio de Bioética A.C.:

 

 

Día con día, los individuos adquieren mayor conciencia de la diversidad de situaciones en que se muere hoy. Es un hecho conocido que los sorprendentes avances de la medicina y la tecnología permiten prolongar la vida de muchos enfermos en condiciones que, en ocasiones, implican un enorme sufrimiento para ellos. Muchas personas se ven obligadas a vivir sus últimos días de una manera que les resulta indigna. Por esta razón, cada vez son más los individuos que quieren asegurarse que, en la etapa final de su vida, se respetarán sus decisiones sobre los tratamientos que desearían recibir, así como sobre los que rechazarían.

 

Por fortuna, hoy ya podemos expresar esta voluntad mediante la elaboración de un documento con valor legal que a nosotros o a quien nosotros designemos como representante nos otorga el poder de ejercer esta disposición final sobre nuestra vida. No es mi propósito tratar aquí los aspectos legales del tema, sino entender de dónde surge este valioso recurso que hoy está a nuestra disposición. Siendo un tema complejo, sabemos de antemano que no podemos agotarlo en estas líneas.

Pero, ¿qué es la voluntad anticipada o el testamento vital? De acuerdo a lo que señala el mencionado Colegio de Bioética A.C., se trata de lo siguiente:

 

Se entiende por voluntad anticipada, la declaración unilateral de la voluntad efectuada por una persona mayor de edad o emancipada, con plena capacidad de goce y ejercicio mediante la cual, privilegiando el principio de autonomía, señala de manera anticipada que es lo que desea para sí en relación a el o los tratamientos y cuidados de salud, en caso de encontrarse en un escenario determinado que no le permita manifestarse al respecto, particularmente en caso de encontrarse en una situación de enfermedad terminal derivada de un proceso natural o como consecuencia de un accidente fortuito.

 

Por lo menos dos son los cambios que parecen haber influido decisivamente en la aparición del testamento vital. El primero es el concepto moderno de la dignidad humana, estrechamente ligado al valor de la libertad. Al respecto, Ramón Valls (La dignidad humana, 1999) nos dice lo siguiente:

 

Somos señores, somos soberanos. Nuestra dignidad radica en el poder de darnos la ley que respeta la libertad igual de todos. Las morales heterónomas [como acatamiento a una ley procedente de cualquier otro, tal es el caso de las morales religiosas] son propias de niños. Mientras somos pequeños dependemos de los padres, en cuanto nos hacemos adultos somos autónomos, autores de respetar la libertad de los otros tanto como cada uno reclama para sí mismo…

… La dignidad moderna es de todos. Y es universal, porque no la consideramos consecuencia de un buen comportamiento, sino principio de él. Todos tenemos una dignidad, todos somos dignos de respeto, porque somos amos y señores de nosotros mismos… En conclusión: la dignidad simplemente humana, la de todos los individuos del género humano, la poseemos por ser libres moralmente, esto es, porque somos autónomos, legisladores o autores de la propia ley.

 

El segundo cambio que ha influido en la aparición del testamento vital o voluntad anticipada es una consecuencia del primero. El concepto moderno de la dignidad humana y la libertad ligada a ella se ha extendido a la relación entre el médico y el paciente, vínculo que hasta hace poco tenía una naturaleza eminentemente paternalista. Esta relación estaba centrada en el médico que, con sus conocimientos en beneficio del paciente, se encargaba de curar o paliar la enfermedad. El papel del enfermo era primordialmente pasivo, sujetándose a las decisiones del médico sin cuestionarlas. Esto era posible porque se consideraba que el médico y el paciente combatían un enemigo común y que sus derechos respectivos no se contraponían.

En la últimas décadas esta situación ha cambiado significativamente. Se han reconocido situaciones en los que los derechos de los médicos y los pacientes se contraponen, haciendo de su relación una confrontación. Incluso los principios básicos de la ética biomédica sobre la relación entre el médico y el paciente –beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia– ya no se consideran equivalentes. En términos generales, es el principio de autonomía del paciente el que tiene una preeminencia sobre los otros tres. La posibilidad de expresar la voluntad anticipada con plena validez legal y efecto vinculante se inscribe en este cambio reciente de la relación entre el médico y el paciente.

¿Puede concebirse mayor libertad que la posibilidad de decidir sobre el último tramo de la propia vida y, como se lee al final del epígrafe, “que la salida sea menos accidental y menos dolorosa que la entrada”?

Poco a poco, incluso penosamente, a pesar de las resistencias que son fruto de la ignorancia, la indiferencia o los intereses de grupos de poder dentro de nuestra sociedad, el ciudadano común se va acercando a la conquista de su libertad. Y aunque todavía quedan muchas batallas por vencer en varios de los frentes en donde esa libertad está en juego, la Ley de Voluntad Anticipada para el Estado de Aguascalientes es un avance indudable. Falta ahora que la ciudadanía sepa aprovecharla.


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