MESA DE AUTOPSIAS: CONOCIENDO A GREGORIO MARAÑÓN (primera parte).

Sólo en esta ciudad hay diez bibliotecas públicas, fundadas y sostenidas por legados de ricos al morir; dinero que [en España] también hubiese ido al poder de tales o cuales monjitas. ¡Válgame Dios!”.

Gregorio Marañón. 1887-1960.

Hace apenas una semana que empecé a leer la biografía del médico español Gregorio Marañón y estoy entusiasmado. La biografía, escrita por Antonio López Vega, Profesor de Historia contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, se titula “Gregorio Marañón. Radiografía de un liberal” (Taurus, 2011) y, a pesar de su extensión (más de 500 páginas), ofrece una lectura placentera y tiene numerosos aciertos. Uno de los mayores es la inclusión de párrafos enteros de las cartas y otros escritos del doctor Marañón. Escritos en el español claro y contundente del médico cultivado, su estilo me recuerda mucho los textos de quien fuese su maestro, Santiago Ramón y Cajal, sólo que más modernos y, sobre todo, de una extraordinaria vigencia en mis actuales circunstancias.

Como otros jóvenes estudiantes de medicina de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Gregorio Marañón decidió trasladarse al extranjero para completar su formación profesional, empapándose de las más avanzadas ideas médicas de la época. La meca para ese propósito era Alemania. Gregorio Marañón escogió Frankfurt, así que salió de Madrid el 23 de junio de 1910. Deseaba trabajar en el laboratorio de Paul Ehrlich, considerado el fundador de la inmunología, ciencia entonces naciente que estudiaba las funciones del sistema defensivo del organismo.

Llegó a Frankfurt el 28 de junio y se encontró con una ciudad que le impresionó favorablemente por su ambiente agradable y estimulante, propicio para ampliar sus horizontes profesionales. Y no sólo en lo tocante a la medicina. Pronto comprendió que para un médico con inquietudes académicas son tan importantes los medios técnicos para desarrollarlas como estar en un ambiente social que simpatice y apoye de una manera decidida y tangible, más allá del discurso y  las buenas intenciones, el fomento a la cultura y la investigación científica.

La comparación con la España que tan bien conocía fue inmediata e inevitable. Nos dice Antonio López, su biógrafo, que Marañon “envidiaba [de Alemania] la preocupación social existente en torno a la ciencia”. En palabras del propio doctor Marañón: “en este punto, [en España] estamos como cuatro siglos antes… Claro que todo esto no lo hace el mayor talento de los hombres, ni siquiera su mayor energía (que es verdad que es mucho mayor), sino el dinero; pero [es que] aquí nadie se muere sin dejar una parte de su fortuna a los pobres, al hospital”.

En una carta que le escribió a Dolores Moya –Lolita– su novia y futura esposa, le contaba lo que a su juicio era el secreto del éxito de los alemanes: “Sus trabajos son formidables; cada uno estudia o hace su cosa, nada más; y con esto y con el ambiente de trabajo que hay en todas partes tienen su actividad bien empleada y sacan un fruto incalculable, para ellos y para la ciencia, el arte o la industria a que se dediquen”. Fue cuando comprendió que “las grandes cumbres emergen de las cordilleras y no de la dura meseta”, es decir, que para que en un país se den científicos y técnicos de talla internacional es necesario que el su pueblo tenga un mínimo de cultura merced a una educación básica de buena calidad. Así era en la España de Marañón y así de válido y urgente sigue siendo en el México de hoy.

En Frankfurt, Marañón comprendió lo que tan bien expresaba su maestro Cajal en el libro “Los tónicos de la voluntad”, que en la investigación científica –y en casi todo– los logros no son tanto el fruto “del talento o la genialidad innata del científico, si no más bien de la férrea voluntad con que ha de entregarse a su cometido”. Al respecto, le escribía a Lolita que “[aquí] sólo aprendo los métodos de trabajo, para hacer luego en Madrid mis cosas. En realidad, ese [es] el mayor fruto que saco de esta gente; eso y el modo de trabajar; la paciencia, la calma, la pesadez que tan necesarias son en estos estudios”.

Cada día que pasaba en Frankfurt veía crecer su convicción de que su misión vital sería contribuir a modernizar la medicina y la ciencia españolas, poniéndolas al día, para sacarlas de ese atraso en el que habían estado sumidas tanto tiempo. Sus actividades se multiplicaron, dejando muy pocas horas para el descanso. A pesar de la gran carga de trabajo que desarrrollaba en el laboratorio de Paul Ehrlich, decidió trabajar también en el del doctor Embden. Por aquello días escibía: “Cada vez me convenzo más de que los españoles haríamos muchísimas cosas, si en un medio apropiado de cultura de la gente y de moralidad y de sentido común de los gobernantes pusiese en manos de todos lo que ahora pertenece a los favorecidos por la suerte como yo”.

Antonio López nos dice que “Con la generación de Marañón viajando por los países europeos más vanguardistas, España se asomaba a la modernidad, que entonces era sinónimo de especialización, técnica, inversión económica y medios materiales para el desarrollo científico. En Alemania, Marañón entró en contacto no sólo con la más avanzada investigación, sino también con los últimos adelantos clínicos. Pudo ver nuevos modos de organización del trabajo hospitalario… Años más tarde, en 1920, regresaría a aquel país para estudiar aquel modelo de ordenación hospitalaria e importarlo al Hospital de Enfermedades Infecciosas que estaba impulsando. Ahora, ante el panorama que se abría ante él, su ambición era acabar con la estrechez de medios que se vivía en España”.

Cuando he leído estas palabras y las he transcrito en este texto no dejo de preguntarme qué es lo que estamos esperando en México y en Aguascalientes para aplicar esas experiencias que, salvo las distancias del tiempo y el espacio, son de un aprovechamiento casi inmediato y total para nosotros. ¿Qué es lo que nos impide aprender en cabeza ajena y nos esorba para ponernos manos a la obra? La respuesta está a la vista, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Sin embargo, no debemos perder la esperanza por completo y, en todo caso, sigamos luchando con el espíritu de Leónidas y sus espartanos. Sabiendo por anticipado que la batalla está perdida, no cejemos en el empeño de modernizar la medicina y de heredar a las generaciones futuras un mejor país que el que hemos recibido. Para este propósito, el ejemplo de Gregorio Marañón es una poderosa luz en este camino de tinieblas.


Una respuesta a “MESA DE AUTOPSIAS: CONOCIENDO A GREGORIO MARAÑÓN (primera parte).

  1. Estimado Dr Muñoz Continúo leyendo sus artículos Muy interesantes e ilustrativos. Enhorabuena

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